jueves, 24 de junio de 2010

Madrí, Madrí, Madrí...

Varios colegas de Don Gato están aceptando que no tienen otro remedio que volver a dejar su tierra para sobrevivir con honor –para sobrevivir como periodistas, se entiende–, ante las nulas posibilidades de trabajar que han encontrado durante su estancia en su región. Nunca se les va a reprochar esa opción aquí, donde se entiende bien el coste de su apuesta por volver y donde se conocen las dificultades que pone la tierra para que retornen sus gentes de éxito, consideradas por los suyos 'hijos pródigos'.
Muchas regiones están ganando peso en España sobre la base de sacar partido a su diáspora, pero no es el caso de Asturias, que siempre tuvo gente en el exilio, aunque nunca supo qué hacer con ella.
Don Gato trató de convencer a varios partidos de las posibilidades políticas que tendría para la región mimar a esos paisanos ausentes –a veces, contra sus principios, todo hay que decirlo–, pero ha fracasado en su intento, una vez tras otra. Hasta el punto de que entiende ya que muchos se pregunten ¿por qué los asturianos reniegan de sus paisanos del exterior? Sobre todo, porque la respuesta puede ser una de éstas: que Asturias no mire a su diáspora porque le disgusta tenerla o que la ignore porque envidia a quienes tuvieron arrestos para irse.
En definitiva: que Asturias cierra los ojos al exterior porque ahí consta que emigrar fue, una vez, la única opción que tuvieron los suyos.

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